Opinion por Luis Maria Alonso
Han pasado 75 años desde que el Justicialismo o Peronismo, llegó al poder en nuestro país. La irrupción de Juan Domingo Perón llegando a la presidencia en 1946 marcó un antes y un después en la Argentina. La fiebre por el poder fue frenética e imparable, donde los procederes aunque éstos no fueran los adecuados, no importaba. Todo valía a la hora de seguir gobernando, el fin justificaba los medios. Fue la época de la división entre peronismo y antiperonismo, pueblo versus gorilas. En septiembre de 1955 se produce un lamentable golpe de estado que derroca al gobierno constitucional. Perón se exilia fuera del país.
Dieciocho años después vuelve. Ya no era el mismo de antes, había cambiado. Era un hombre de diálogo, dispuesto a marcar el camino para la unión de los argentinos. Su encuentro con el líder radical Ricardo Balbín y el famoso abrazo entre los dos, fue un símbolo para una Argentina envuelta en la violencia comenzada a fines de los 60. Cuando asume su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973, al lado de su despacho tenía una oficina para los dirigentes de la oposición. Su deteriorada salud y la frenética interna de su partido entre la derecha y la izquierda, hicieron que sus intenciones de unión explotaran en mil pedazos. El 1 de julio de 1974 fallece. Luego vendría el desgobierno, el caos, la muerte y finalmente la crónica de un golpe militar anunciado, el 24 de marzo de 1976.
El peronismo a lo largo de su historia nunca logró una cohesión ideológica, en su seno supo albergar a la extrema derecha, la izquierda y al centro. Personajes como Firmenich, Vaca Narvaja, Galimberti, Vandor, López Rega, Oscar Ivanissevich, Lorenzo Miguel, Carlos Menem, Néstor Kirchner, todos se identificaban como Peronistas, aunque la gran mayoría de las veces estaban en veredas ideológicas diferentes. Los acontecimientos ocurridos en la década del 70, donde irrumpieron grupos guerrilleros como Montoneros, las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y luego la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) con José López Rega a la cabeza, todos se identificaban con Perón. El sueño de la patria socialista de Montoneros, chocaba con la represión desatada clandestinamente desde las más altas esferas del poder. El propio peronismo fue el culpable del golpe militar de marzo de 1976. La Triple A fue la antesala de la mayor represión y violación a los derechos humanos que se produjo durante la dictadura militar. Por supuesto que eso no fue el único factor que desembocó en el derrocamiento del gobierno constitucional.
La historia nos muestra que jamás hubo la más mínima autocrítica del Partido Justicialista. Nunca se hicieron cargo de Montoneros. Nunca se hicieron cargo de la Triple A. Nunca se hicieron cargo de la masacre de Ezeiza de 1973. Nunca se hicieron cargo de las lamentables privatizaciones del menemismo. Nunca se hicieron cargo de la explosión de Río Tercero en 1993. Nunca se hicieron cargo del tráfico de armas a Ecuador y Croacia. Nunca se hicieron cargo de la deuda generada por la reestatización de YPF. Nunca se hicieron cargo de las 52 víctimas de la tragedia de Once. Nunca se hicieron cargo del asesinato del Fiscal Nisman. Nunca se hicieron cargo de los bolsos con millones de dólares tirados en un convento. Ahora mismo, tampoco se hacen cargo del pésimo sistema de vacunación, del vacunatorio VIP, de los más de 100.000 muertos. Y así podríamos seguir mucho más.
La política es el arte de lo posible. La buena política se construye sobre la base de la inteligencia, la honestidad y el obrar pensando en el bienestar de la ciudadanía. Pero también se debe observar lo hecho con una conciencia equilibrada, que permita ver lo bueno y lo malo de las acciones llevadas a cabo. TENER VOCACIÓN DE AUTOCRÍTICA.
El partido gobernante carece de autocrítica. La culpa siempre es del otro, nunca de ellos. Hace un año y siete meses que gobiernan. Los problemas son responsabilidades ajenas. La historia es implacable. El justicialismo algún día debería hacer una autocrítica. Eso parece por ahora imposible. Siguen siendo la eterna negación.